miércoles, 28 de octubre de 2009
Y Dios mismo enjugará tus lágrimas
Padre, a menos que juzgue no puedo sollozar. Tampoco puedo experimentar dolor o sentirme abandonado o creer que no se me necesita en este mundo. Éste es mi hogar porque no lo juzgo, y, por lo tanto , es únicamente lo que Tú quieres que sea. Hoy lo quiero contemplar sin condenarlo, a través de ojos felices que el perdón haya liberado de toda la distorsión . Hoy quiero ver Tu mundo en lugar del mío. Y me olvidaré de todas las lágrimas que he derramado , pues su fuente ha desaparecido.
Padre, hoy no juzgaré, Tu mundo.
El mundo de Dios es un mundo feliz. Los que lo contemplan pueden tan sólo sumar a él su propia dicha y bendecirlo por ser causa de una mayor dicha para ellos. Llorábamos porque no entendíamos. Pero hemos aprendido que el mundo que veíamos era falso, y hoy vamos a contemplar el de Dios.
Lección 301.